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Bajita y abusona

Tengo un amigo que se sacó el carné de conducir en la autoescuela del Señor Lobo. El Señor Lobo era duro, si, pero resolvía los problemas y protegía a sus alumnos.

Un día fue a examinarse una mujer de la autoescuela que era muy bajita. Tanto que necesitaba un cojín para el asiento del coche, porque si no, casi desaparecía detrás del volante. Llegó el gran día, y casualmente le fue a tocar la examinadora más bajita que había. Cualquiera que hubiera visto el examen, casi habría podido pensar que era un chiste.

El problema es que la examinadora además de bajita era bastante… borde, así que exigió un cojín porque sino decía que no veía bien. El Señor Lobo le contestó que sintiéndolo mucho sólo disponía de un cojín, y lo necesitaba su alumna. La mujercilla protestó enérgicamente, pues ella QUERÍA un cojín para poder ver bien.

A regañadientes comenzó el examen con el cojín conflictivo bajo las posaderas de la examinada. La examinadora, herida en su orgullo, le espetaba las órdenes de malas maneras y con chulería a la pobre futura conductora. Ante la situación Señor Lobo se puso firme:
– Esta no es manera de hacer el examen – dijo
– ¿Y que quieres? ¿Que la apruebe? ¡Pues la apruebo y acabamos ya y me voy!
– No, tienes que hacerlo bien y aprobarla si se lo merece, y si no sabes hacer tu trabajo, no lo hagas
– Yo hago lo que me da la gana

Después de diversos tiras y aflojas al final terminó el tenso examen, para alivio de la pobre examinada. Pero la chulería de la bajita examinadora le acabaría pasando factura, porque Señor Lobo fue a tráfico, puso una denuncia contra la examinadora y movió ciertos hilos. Y nunca volvió a examinar a nadie la bajita abusona.

Nadie se mete con el Señor Lobo o con su gente.

¿Derecha o izquierda? ¡Azul o rojo!

Tengo un amigo que aprendió a conducir en una autoescuela pequeña y discreta, pero con un profesor bastante peculiar. Digamos que sus alumnos no se atrevían a suspender ni a cometer imprudencias. El condicionamiento pavloviano puede funcionar también en el ámbito de la conducción.

Pero además de estricto era una persona resuelta, era el Señor Lobo de las autoescuelas. Si había un problema, lo resolvía. Y había una chica que tenía un problema: era incapaz de distinguir entre la derecha y la izquierda. El problema era evidente, imaginaos que en medio del examen práctico le dice el examinador «gira a la izquierda» y lo hace a la derecha, así que Señor Lobo ideo una solución: «píntate las uñas de cada mano de un color, una roja y otra azul, por ejemplo, y cuando el examinador te diga una dirección, yo te diré el color».

El problema fue que con los nervios del examen, la joven se pegó más tiempo mirando sus manos que a la carretera, y estuvieron a punto de tener una desgracia. Por muy bueno que fuera el Señor Lobo, como dicen en mi tierra «donde no hay mata no hay patata».

Necesita más práctica

Tengo un amigo que cuando se estaba sacando el carné de conducir conoció a la persona que debe llevar el récord de clases prácticas sin conseguir aprobar.

La buena mujer era una profesora jubilada, y como tenía mucho tiempo libre, decidió hacer lo que nunca había hecho por falta de tiempo: aprender a conducir. Aunque aplicada, la buena mujer tenía ya los reflejos un poco jubilados también.

Cuando mi amigo se sacó el carnet, la profesora retirada llevaba ya más de 100 clases prácticas, y aún no se veía suficientemente confiada como para presentarse al examen práctico. A mi amigo siempre le quedará la duda de si lo llegó a conseguir. Desde luego no sería por falta de tesón…