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¡Esperad, Mormones, que aún tengo preguntas!

Tengo un amigo con una madre un tanto… peculiar. Bueno, si sustituyen «peculiar» por «cansina y preguntona» obtendrán un retrato más fiel a la realidad.

Un día unos mormones, ingenuos ellos llamaron a su puerta, y al contrario que el resto de vecinos, les dejó entrar en casa. Lo que no sabían es donde se metían.

A la madre de mi amigo le importaba poco su religión, lo que quería era satisfacer su morbosa curiosidad. Poco después de las presentaciones y de que empezaran a explicarles su peculiar culto, la madre de mi amigo entró al trapo:
– He oído que pueden casarse con varias mujeres
– (Los mormones se quedaron bloqueados) ¿Como dice, señora? Yo estoy casado y tengo una mujer y dos hijos, somos una familia normal.
– Pero yo he oído que los mormones tienen muchas mujeres.
– Lo siento, señora, pero lo ha escuchado mal. Somos familias normales, como la suya, pero somos muy felices y…
– Pues si lo he oído por algo será, ¿no?

Después de un rato de absurdo debate volvieron a retomar su charla los mormones, pero pronto fueron interrumpidos de nuevo:
– Así que son una secta, ¿no?
– (Nuevamente sorpresa) No, no, nosotros somos fieles por propia voluntad y…
– Pero le darán todo su dinero a la iglesia.
– Que no, que nosotros podemos hacer donaciones voluntarias, pero como cualquier iglesia como…
– Así que dan su dinero a la iglesia

Los pobres mormones, viendo que no iban a llegar a ningún lado y que les iba a volver locos y casi dudando de su propia fe, pusieron en marcha el «plan: evasión rápida», y se fueron todo lo rápido que pudieron:
– Ehh, señora, mire, tenemos aquí estos folletos, si le interesa puede acudir aquí. Nosotros nos vamos que no queremos molestarla.
– Ah, esperen, si todavía tengo muchas dudas.
– Ehhh, lo siento, pero es que todavía tenemos otros hogares que visitar. Adiós.
– Ah, bueno, pues adiós.

Nunca más volvieron a aparecer mormones por la casa de mi amigo.

Si yo no trabajo aquí…

Tengo un amigo que trabaja cerca del campo de fútbol de la Romareda, aquí en Zaragoza. Hace meses, en antíguo aparcamiento estaba en obras, y como se iba a celebrar un concierto, fue la policía local a la obra por los típicos asuntos de seguridad que requieren estos espectáculos.

Según cuenta mi amigo, mientras entraba el coche de la policía local en el recinto de  obras, por el otro extremo salieron corriendo media docena de obreros tirando el casco y los petos fluorescentes y poniendo cara de «yo sólo pasaba por aquí».

Algo me dice que había «ciertas irregularidades» en su contratación…