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¿Frenos? ¿Quien los necesita?

Tengo un amigo que sufrió una de las cosas más angustiosas que te pueden pasar mientras conduces: quedarte sin frenos.

Estaba en el pueblo de vacaciones y su padre se puso malo de un cólico de riñón, así que fueron al hospital. Mi amigo se pudo a conducir el coche de su padre para ir al hospital de la capital. Después de 10 minutos de marcha por la carretera, llegando a una curva cerrada, fue a pisar el freno, ¡y no iba!

El pedal entraba hasta el fondo con pisarlo un poco y el coche no parecía disminuir su velocidad. Pasado el susto fue recuperando la calma y reduciendo marchas y velocidad, pero la carretera entre pueblos no era ni mucho menos lisa, y las cuestas abajo asustaban bastante.

A duras penas pudieron detenerse en una gasolinera y entonces descubrieron lo que había pasado: el padre de mi amigo había ajustado el freno de mano, que antes iba muy suelto, y estaba ligerísimamente echado, de tal forma que después de 10 minutos circulando se calentó lo suficiente para dejar de funcionar, pero no se notaba ningún ruido ni disminución de velocidad ni nada. Por si fuera poco, el piloto del salpicadero de «ojo, freno de mano echado» no funcionaba. Una trampa perfecta para incautos.

Ahora mi amigo tiene un coche con freno de mano automático ,que se quita solo al pisar el acelerador 🙂

Cuesta abajo sin frenos

Tengo una amiga que estuvo a pocos centímetros de la muerte. Sus padres tenían una casa en una de las calles más empinadas del pueblo. El final de la calle desembocaba en otra en un cruce en forma de «T».

La protagonista de la historia tenía una bicicleta que no usaba mucho, y un día salió a dar un paseo. Se dejó llevar por la fuerza de la gravedad, y descendió la empinadísima calle a gran velocidad. Cuando se dio cuenta de que el cruce se acercaba a demasiada velocidad fue a frenar pero, ¡el freno estaba atascado o por lo menos durísimo!

Casi sin frenar nada consiguió girar y evitar por centímetros la pared hacia la que se precipitada. Pero, ¡oh mala suerte! había una furgoneta aparcada en medio de su desbocado camino.

Se empotró contra el cristal de la puerta trasera y acabó incrustada dentro de la furgoneta. Por suerte acabó «sólo» con heridas en hombros y brazos, pero tal como le dijeron en urgencias, si en vez de atravesar limpiamente el cristal, se hubiera empotrado contra el marco de la puerta…

En fin, niños, recordad, nunca olvidéis revisar los frenos de vuestra bici antes de salir de casa, y más si la cuesta es empinada y lleváis mucho tiempo sin usar la bici.